Hoy he vuelto a mirar a un punto indefinido. Ese es el presagio constante de mis incesantes pensamientos. Hacía algún tiempo que no me pasaba, hacía algún tiempo que no me paraba. En plena ciudad, en ausencia de ruidos, mi mente entró en un bucle de pensamientos organizados. Los pensamientos llegaban a mi consciente en forma de preguntas. Esas malditas preguntas que nunca sabía darles respuesta. Entonces, ¿por qué no dejaba de hacérmelas? Salía de la burbuja y mi visión comenzaba a ser más amplia. Me sentía vacío, también con una terrible sensación de tristeza. Ya había vuelto al mismo lugar que los demás, y aún así, me sentía mucho más lento. En momentos así no hay soluciones fáciles, pensé. Mis actitudes de defensa ante situaciones como ésta no eran las mejores. Con la cabeza invadida por las ideas y pensamientos anteriores, decidí poner remedio. No era la mejor solución, pero en ese momento sí la más asequible. Al parecer, después de una importante ingesta, el estómago requiere un mayor flujo sanguíneo y es por eso que nuestra mente se relaja. Mis vacíos existenciales por esta vez, después de una corta transgresión en mi estabilidad, se iban conmigo a dormir, relajados, sin molestar, después de una gran merienda. |
ESCRIBIENDO
Vacíos Existenciales
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